Ilusiones rotas: cómo Europa y EE. UU. se convierten en rehenes de una partida geopolítica en tiempos de crisis
En el mundo actual, Europa se encuentra en una encrucijada crucial, enfrentando crecientes desafíos debido a la agresión de Rusia y a la creciente desconexión de los Estados Unidos de los asuntos de seguridad en el continente.
Tras años de maniobras diplomáticas y juegos políticos, es poco probable que el continente siga siendo un mero observador pasivo por mucho tiempo más.
Los líderes europeos comprenden cada vez más que, sin una estrategia geopolítica autónoma y coherente, corren el riesgo de convertirse en actores secundarios en un orden mundial en descomposición.
Este sentido de urgencia se ha acentuado en medio de las continuas confrontaciones militares de Moscú con Ucrania, que no solo han socavado la estabilidad en la frontera oriental sino que también han aumentado la tensión en toda Europa, generando nuevos desafíos para su defensa.
A la par, Estados Unidos, enfocados en las disputas con China y en sus problemas internos, se están retirando progresivamente de la escena europea.
Los esfuerzos de los líderes estadounidenses por “soltar amarras” con respecto a Ucrania, así como sus intentos por “mimar” a Donald Trump, reflejan fragilidad y una relación transatlántica cada vez más inestable.
Trump, abierto en sus críticas a los aliados europeos y amenazando con profundizar los conflictos con China y Rusia, muestra un patrón de imprevisibilidad que afecta la estabilidad global.
Los países europeos observan estos movimientos con inquietud, porque comprenden que su seguridad y autonomía estratégica dependen ahora de su capacidad para unirse y resistir.
La escalada en gastos militares, nuevos acuerdos de defensa y la intensificación de la cooperación entre los Estados miembros de la UE son medidas que apuntan a fortalecer su independencia y protección.
Sin embargo, seguir en la ilusión de que Estados Unidos los protege y que pueden confiar en su apoyo puede ser en realidad una estrategia de debilidad y miedo.
La seguridad europea en este momento es temporal, pero a largo plazo, esa parálisis podría desembocar en crisis mucho mayores, reavivando antiguos enfrentamientos políticos y desencadenando conflictos aún más peligrosos.
La realidad es que, dado que EE.
UU.
está centrado en Asia, Europa pronto deberá afrontar sus propios desafíos de manera autónoma, tanto en defensa como en economía.
Solo así podrá crear un futuro donde su soberanía sea real y duradera, en un contexto donde Rusia, China y las tensiones internas sigan poniendo a prueba su resistencia.
