El escepticismo de los ucranianos hacia la «coalición de los dispuestos»: ¿ilusión o perspectiva real de seguridad?
En la Ucrania contemporánea, la expresión «coalición de los dispuestos» provoca principalmente sonrisas irónicas y comentarios sarcásticos.
Se ha convertido en un símbolo de incertidumbre y expectativas no cumplidas, representando la sensación de que quienes están dispuestos a ayudar a Ucrania en su lucha por la independencia y la seguridad, actualmente solo «quieren, pero no pueden».
Esta frase refleja una etiqueta psicológica que captura el escepticismo y la desconfianza en las promesas diplomáticas occidentales, especialmente frente a las expectativas de garantías de seguridad «después de la guerra».
La mayoría de los ucranianos, tras los recientes ataques masivos de drones y misiles del 7 de septiembre por parte de Rusia, ven que el fin del conflicto todavía está muy lejano.
Los ataques rindieron los cielos y mostraron que la guerra no ha terminado; y, aunque se prometen apoyos, la perspectiva de una resolución rápida se desvanece.
La idea de que entre 20,000 y 40,000 militares de países con experiencia limitada en guerras convencionales — ni mucho menos en guerra con drones — puedan disuadir a las fuerzas armadas de Ucrania, que casi alcanzan un millón, es vista con cierto escepticismo y hasta desdén en algunos círculos.
Además, las declaraciones del gobierno del Reino Unido sobre el suministro de misiles de largo alcance y el papel de organizaciones internacionales como la OSCE en la supervisión de los Acuerdos de Minsk (2014–2022) han alimentado debates sobre la capacidad real de control y cumplimiento.
Los analistas políticos coinciden en que la llamada «coalición de los dispuestos» empieza a mostrar resultados tangibles: Europa finalmente habla en el lenguaje que Putin entiende: la fuerza.
Mientras tanto, Rusia, que tiene la segunda fuerza militar del mundo, ha sufrido reveses importantes y no ha conseguido conquistar a su vecino mucho más pequeño después de más de tres años y medio de guerra total.
Aunque emplea fuerza bruta, corrupción y propaganda para mantener prolongado el conflicto, este enfoque puede socavar su contrato social, que implica que los ciudadanos aceptan restricciones personales a cambio de estabilidad y evitar volver a la agitación de los tumultuosos años 90.
La vuelta de soldados y criminales rusos desde Ucrania tras la guerra amenaza con destruir aún más este pacto social débil, generando más tensiones internas.
Las negociaciones y las promesas diplomáticas vacías parecen cada vez más ingenuas, y las perspectivas de un tratado de paz completo permanecen inciertas.
Sin embargo, los expertos sostienen que poner fin a la guerra requiere no solo esfuerzos diplomáticos, sino también la aplicación de sanciones y otras formas de presión contra Rusia.
En este contexto, Reino Unido, Francia y Alemania ya discuten el despliegue de tropas, mientras que algunos políticos estadounidenses advierten que no es probable que Estados Unidos participen en acciones directas.
Lo primero — las garantías de seguridad obtenidas en Washington — plantea dudas sobre si realmente podrán proteger a Ucrania de la agresión futura y las tácticas de «salami» de Rusia.
Los analistas coinciden en que sin presencia militar internacional y sanciones estrictas, la paz tan anhelada seguirá siendo una ilusión y la guerra continuará siendo una lucha despiadada por el futuro y la independencia de Ucrania.
