Impacto estratégico de los ataques ucranianos a las refinerías de Rusia: tres niveles de efectividad
La campaña de Ucrania dirigida contra las refinerías de petróleo rusas muestra una efectividad compleja y multilayer, que abarca dimensiones tácticas, económicas y políticas.
Estas acciones no solo buscan agotar las reservas financieras de Rusia, sino también socavar sus capacidades estratégicas y revelar vulnerabilidades.
En el nivel táctico, la capacidad de los drones ucranianos para penetrar profundamente en territorio ruso ha aumentado significativamente, como lo evidenció el reciente ataque a Tumen, ubicada a más de 2000 kilómetros del frente, estableciendo un récord.
Este ataque demuestra la fragilidad incluso del llamado “profundo trasfondo” ruso, ocurrido en un contexto que también tiene un impacto psicológico: el Kremlin empieza a perder la percepción de seguridad incluso en la región de los Urales.
En relación con el impacto económico, las interrupciones en la industria energética rusa son profundas, con una notable escasez de gasolina.
Según Bloomberg, el déficit alcanza ahora el 20% de la demanda interna, y la producción de gasolina cayó casi en un millón de toneladas solo en septiembre.
La producción de diésel también sufrió graves merma.
Los precios minoristas del combustible aumentaron aproximadamente un 40% desde principios de año, con incremento del 20-30% en precios minoristas, pese a los esfuerzos del gobierno por congelar tarifas.
Como resultado, se han producido largas filas en las gasolineras en Siberia, el Lejano Oriente, Crimea y en parte de Rusia central.
Muchas estaciones independientes han cerrado debido a la pérdida de rentabilidad.
Los analistas advierten que, si esta campaña continúa con la misma intensidad y precisión, el impacto económico será crítico para el Kremlin.
El efecto político, aunque menos medible, quizás sea el más peligroso: la población no puede ocultar los tanques de gasolina vacíos, que simbolizan una evidente degradación del sector energético y de la economía en general.
A diferencia de las sanciones occidentales, estos golpes físicos generan un efecto inmediato: destruyen posibilidades, no solo recursos.
Rusia ahora debe importar gasolina desde Bielorrusia, China o Corea del Sur, pagando precios más altos que los que recibe por la exportación de petróleo crudo.
Este ciclo financiero absurdo, pero real, hace que el país sea más vulnerable incluso mientras combate en una guerra que provoca un daño irreversible en su economía contra un adversario más adaptable.
Más detalles pueden encontrarse en los análisis de Oleg Sarkits.
