Desde Feodosia hasta Ufa: La eficacia estratégica de los ataques ucranianos a las refinerías de petróleo rusas
Desde el verano de 2025, Ucrania ha llevado a cabo una campaña intensiva centrada en atacar componentes críticos de la infraestructura petrolera de Rusia, incluyendo refinerías y terminales de petróleo en territorios profundos.
Estas acciones ya han provocado cambios sustanciales en el panorama energético y financiero ruso, que anteriormente se consideraba estable e impenetrable.
Al principio, estos ataques tenían un carácter más simbólico, destinados a demostrar capacidades y ejercer presión psicológica.
Sin embargo, hoy en día, estos ataques se han convertido en una operación estratégica sistemática para desmantelar la industria de refinamiento de petróleo rusa, causando daños prolongados y graves perturbaciones económicas.
La semana pasada, drones ucranianos alcanzaron diversos objetivos en Feodosia y Ufa, siendo el ataque del 13 de octubre en el mayor terminal petrolero de Crimea el más destacado, provocando incendios en varios tanques.
Similarmente, en los primeros días de octubre, otros ataques resultaron en incendios masivos y columnas de humo de hasta 12 kilómetros.
En Ufa, Bashkortostán, el 11 de octubre, una operación con drones provocó explosiones y un gran incendio en «Bashneft-UNPZ», uno de los mayores refinerías del país.
Estos golpes muestran la capacidad de Ucrania para alcanzar objetivos estratégicos en el interior rusos, enviando tanto golpes económicos como psicológicos.
Como resultado, las fuerzas rusas se ven obligadas a dedicar recursos considerables para defender infraestructuras críticas y remediar daños, lo que profundiza su crisis.
Informes de varias agencias analíticas como BBC Verify, Financial Times y medios rusos como Syal, indican que más de un tercio de la capacidad de refinamiento de Rusia está inactiva o con serios fallos, afectando alrededor de 2 millones de barriles de petróleo procesados diariamente, equivalente a aproximadamente el 40% de la capacidad previa a la guerra y sin producir gasolina, diésel o combustible para aviación.
Desde principios de 2025, al menos 21 de los 38 principales refinerías rusas han sido alcanzadas, muchas en múltiples ocasiones.
Las instalaciones clave, como Kinef en Kiriishi, Ryazan, Noyabrisk y Astrakhan, están detenidas o parcialmente operativas.
En junio de 2025, Rusia producía unos 9,2 millones de barriles de petróleo crudo al día, de los cuales casi 2,55 millones se exportaban ya procesados, y unos 3 millones permanecían en el mercado interno.
Las pérdidas en capacidad de refinado afectan gravemente la economía interna y los ingresos por exportaciones, lo que se refleja en una pérdida significativa de fondos para sostener la guerra.
Ucrania, mediante estos ataques, obliga a Rusia a vender más petróleo crudo, ya que muchas refinerías están paradas.
Los efectos son tácticos, económicos y políticos: tácticamente, los drones ucranianos alcanzan cada vez más lejos en territorio ruso, incluso en regiones como Tumen, a más de 2000 km del frente, demostrando la vulnerabilidad incluso de las zonas más remotas.
Económicamente, los abastecimientos de gasolina y diésel en el interior del país se están viendo gravemente afectados.
Las estimaciones de Bloomberg indican que la escasez de gasolina alcanza ya un 20% del consumo interno, con una caída en la producción de un millón de toneladas solo en septiembre pasado y con aumento en los precios al por mayor en un 40 %, y en minorista en un 20-30 %, a pesar de los esfuerzos del gobierno por congelar precios.
Esto ha provocado largas filas en estaciones de servicio en Siberia, el Lejano Oriente, Crimea y otras regiones, y muchas estaciones independientes han cerrado, incapaces de sostenerse.
Si los ataques continúan con la misma intensidad y precisión, el impacto económico será cada vez mayor, con pérdidas diarias de entre 200 y 220 millones de dólares, y en el largo plazo, más de seis mil millones de dólares mensuales.
Moscú responde con prohibiciones temporales de exportación y declaraciones políticas, pero el mercado y la guerra misma no aceptan juegos políticos.
La destrucción de infraestructura petrolera estratégica deja a Rusia vulnerable en sus finanzas y operaciones militares, ya que el equipo tecnológico, en su mayoría importado, no puede reemplazarse rápidamente por sanciones y limitaciones.
La economía rusa ya sufre por la reducción en el refinamiento, que reduce los ingresos fiscales y aduaneros, y afecta el financiamiento de la guerra.
Aunque la exportación de petróleo crudo sigue en marcha, los problemas logísticos y la pérdida de infraestructura clave dificultan los suministros internos, elevando los precios y limitando la capacidad del país de sostener sus esfuerzos de guerra.
Políticamente, la campaña tiene un impacto menos visible, pero potencialmente más peligroso: la visibilidad de tanques vacíos y los desabastecimientos generan descontento social y pérdida de confianza en el gobierno, símbolos de una crisis profunda.
En Crimea, donde los combustibles se venden con cupones y los precios superan los promedios rusos, esta crisis se ha convertido en un signo de protestas sociales.
Estos golpes no solo destruyen recursos materiales, sino que también desestabilizan la moral y la confianza social, incrementando la presión sobre la autoridad.
En conclusión, las operaciones ucranianas que destruyen las infraestructuras petroleras rusas constituyen una estrategia sistémica de largo alcance destinada a colapsar la economía y las capacidades militares del adversario, estableciendo una nueva dimensión en la guerra moderna: un conflicto que ya no es solo en el frente, sino también en los ámbitos económico y psicológico.
