Conflictos globales como desplazamientos tectónicos en la economía mundial: lecciones para Ucrania en tiempos de turbulencia

En la actualidad, los conflictos globales ya no se limitan a enfrentamientos militares o intercambios diplomáticos.
Se han convertido en movimientos tectónicos que transforman radicalmente la economía mundial, rompen cadenas de suministro tradicionales, redistribuyen capitales y, lo más importante, redefinen la paradigma del desarrollo humano.
Desde 2017,como han advertido repetidamente expertos y analistas, la humanidad ha entrado en un período de turbulencia que anticipa una transición de fase.
Esto implica que los conflictos militares, los bloqueos regionales, la regionalización, las crisis en las instituciones globales y las recesiones económicas son aspectos previsibles en esta nueva realidad.
Para Ucrania, que está en el epicentro de uno de los conflictos más graves de la era moderna, comprender estas transformaciones no es solo una cuestión académica, sino una cuestión de supervivencia y estrategia futura.
El análisis de experiencias históricas como las guerras mundiales revela cómo las economías cambiaron sus prioridades hacia la industria bélica, con una movilización total de recursos y restricciones en el consumo.
Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich incrementó su gasto militar del 22% al 52% para 1940, logrando una casi total militarización de su economía.
El financiamiento se hizo mediante la reducción drástica del consumo y la racionización, con ciertas similitudes a las políticas soviéticas, aunque con particularidades propias.
La población alemana y soviética canalizaba sus ahorros a través de bancos estatales para sostener la maquinaria bélica.
Un elemento clave para mantener la economía en funcionamiento fue la gestión cuidadosa del personal en sectores críticos, asegurando que las industrias militares contaran con los trabajadores necesarios, un aspecto donde Ucrania debe mejorar para proteger su capital humano clave en medio del conflicto.
La historia demuestra que, al comienzo de la guerra, las economías de Gran Bretaña y Francia superaban en tamaño a la de Alemania, pese a que esta última movilizó sus recursos en menor tiempo.
Esto confirma que la ventaja initial no es garante de victoria; la capacidad de adaptación y la rápida reorientación de recursos son fundamentales.
La Guerra Fría también mostró cómo el aumento del gasto militar impulsó innovaciones tecnológicas en áreas como la exploración espacial, energía nuclear y computación, financiadas en gran medida por contratos militares.
Además, frizó la formación de alianzas políticas y militares rígidas, como la OTAN y el Pacto de Varsovia, que influyeron profundamente en el comercio y la inversión internacional durante décadas.
Hoy, la situación es similar: las instituciones internacionales como la ONU, la OMC y los grupos G20 y G7 muestran signos de impotencia y crisis de confianza, con acciones que muchos líderes, como Donald Trump, buscan desmantelar.
La fragmentación geopolítica y económica está en aumento, por lo que surgen nuevos bloques militares y económicos.
La idea de una 'gran diagonal' representa una posible coalición entre Reino Unido, Polonia, Ucrania, India, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, apuntalando un nuevo orden mundial donde la seguridad y la economía están entrelazadas.
La reconfiguración de las cadenas de suministro, con énfasis en la localización y regionalización, es un factor clave.
La crisis energética, los cambios climáticos y la inseguridad alimentaria también perfilan un escenario de alta vulnerabilidad, a pesar de que Ucrania posee enormes recursos naturales en Europa; aún así, sigue siendo dependiente de importaciones, una situación que debe cambiar a corto plazo.
La inestabilidad financiera, la inflación y el riesgo de crisis de deuda globales adquieren magnitud, acelerando amenazas de estanflación, cuya manifestación ya se observa en Rusia y Ucrania.
La economía ucraniana está en riesgo de estancamiento, con crecimiento negativo y aumento de la ansiedad social y la emigración.
La escasez de capital humano calificado, con una desocupación del 32% en sectores clave, limita la recuperación.
La crisis demográfica, con menos trabajadores que pensionados, dificulta aún más la recuperación económica.
Para alcanzar un PIB de 1 billón de dólares —como en Polonia—, Ucrania debe incrementar significativamente la participación laboral, mejorar la productividad y atraer a millones de migrantes laborales, aunque todavía no estamos preparados para una migración masiva del sur y del sur global.
Sin embargo, estas condiciones extremas ofrecen a Ucrania una oportunidad única para liderar en innovación tecnológica, en particular en IA.
Con empresas emergentes y sectores de gaming con presencia global, Ucrania puede convertirse en un centro de experimentación y desarrollo.
La fortaleza de la industria militar –como drones, misiles y sistemas robóticos– debe convertirse en motor de desarrollo económico.
La clave es garantizar transparencia en las compras, contratos plurianuales y facilitar exportaciones militares.
Es igualmente esencial mantener la flexibilidad y la agilidad en la producción, construyendo cadenas de suministro distribuidas y robustas, con componentes clave producidos localmente e integrados con alianzas internacionales.
Es necesaria una movilización estratégica del talento, así como la participación activa de mujeres, veteranos y personas con discapacidad, acompañada de estímulos económicos para las regiones en situación de conflicto, como Kharkiv y Zaporizhzhia.
Se debe reducir el consumo interno y canalizar recursos hacia las inversiones productivas mediante bonos militares y fondos estatales, evitando la creación de nuevas bolsas bursátiles redundantes.
Paradójicamente, la guerra actúa como acelerador de cambios profundos: modifica alianzas, flujos financieros y prioridades tecnológicas.
Ucrania está en una encrucijada, y si bien el escenario actual no garantiza una victoria, sí abre la posibilidad de transformar la crisis en una oportunidad para un avance estratégico.
Aprovechar ventajas como la flexibilidad de su sector militar, el potencial en IA, su posición geopolítica y la voluntad de experimentar puede convertirla en un actor clave en la configuración de una nueva arquitectura global de seguridad, donde no será víctima pasiva, sino protagonista activo.
Solo una acción decidida y estratégica en este momento puede definir nuestro destino y futuro cercano.