Estados Unidos presionan a Japón para detener las importaciones de energía rusa: nuevos desafíos diplomáticos y económicos
En Washington, tuvo lugar una reunión importante entre el secretario del Tesoro de EE.
UU., Steven Mnuchin, y el ministro de Finanzas de Japón, Katsuobu Kato, centrada en la cooperación estratégica en medio de las sanciones contra Rusia.
La parte estadounidense expresó claramente sus expectativas de que Tokio debe detener completamente la importación de petróleo y otros recursos energéticos rusos, siendo esto un elemento clave para mantener las sanciones.
Según Reuters, Mnuchin subrayó la importancia de coordinar acciones entre ambos países para lograr la paz en Ucrania y fortalecer las medidas económicas.
Por primera vez en la historia, EE.
UU.
desplegó el sistema de misiles Typhon para reforzar la seguridad regional.
Japón se comprometió a colaborar dentro del marco del G7 para eliminar progresivamente las importaciones de petróleo ruso.
No obstante, Tokio continúa comprando petróleo Sakhalin Blend, un subproducto del proyecto de gas natural licuado de Sakhalin-2.
En respuesta a la invasión rusa a gran escala en Ucrania, los países del G7 acordaron intensificar las sanciones, incluyendo restricciones a la compra de petróleo ruso.
En los últimos meses, Japón redujo su precio límite para el petróleo ruso de 60 a casi 48 dólares por barril, alineándose con las sanciones europeas de julio.
Según el Ministerio de Finanzas japonés, entre enero y julio, el país importó solo el 0,1 % del petróleo ruso, evidenciando una disminución progresiva en el comercio.
EE.
UU.
está impulsando activamente a Japón a adquirir más gas natural licuado estadounidense, desafiando a los proveedores tradicionales.
Aunque Japón ha suscrito varios acuerdos, todavía no ha cerrado importantes proyectos, como el desarrollo del proyecto de gas LNG en Alaska por 44 mil millones de dólares.
Mientras Europa busca apoyo de EE.
UU.
y Japón para fortalecer las sanciones, el G7 continúa discutiendo sobre el uso de activos rusos para limitar los flujos financieros de Moscú, manteniendo la incertidumbre en las políticas energéticas globales.
