Podrá la ONU superar su crisis de relevancia y mantener su influencia en el mundo actual?

Desde su creación en 1945, las Naciones Unidas han estado en el centro de las relaciones internacionales, pero su relevancia en el panorama mundial actual cada vez está más en duda.
Originada en un momento de optimismo posguerra, la organización confiaba en su capacidad para ser una plataforma de diálogo y diplomacia pública: podía criticar públicamente a los Estados miembros y atraer la atención mundial hacia temas críticos.
Con el tiempo, este ideal ha sido puesto a prueba por múltiples crisis, incluyendo conflictos en Ucrania, Gaza, Sudán y la lucha global contra el cambio climático.
Como resultado, la ONU moderna a menudo parece más espectadora pasiva en un mundo dominado por leyes del poder y políticas de interés.
Las reformas internas —como la restructuración del Consejo de Seguridad, la democratización de sus procesos, el control del gasto y la reducción de la burocracia— son esenciales pero difíciles de implementar.
Los críticos, incluidos antiguos líderes, señalan la disminución de la influencia y popularidad de la organización: la sede de la ONU parece más un mausoleo que un centro vibrante de actividad.
En la próxima asamblea general en Nueva York, los líderes mundiales discuten la necesidad urgente de reformas, pero el estancamiento persistente en el Consejo de Seguridad —donde el poder de veto prevalece— obstaculiza la acción.
Naciones emergentes y actores tradicionales del Sur Global buscan mayor influencia, considerando que la estructura actual está desfasada.
El Papa y otros altos funcionarios advierten que la ONU está perdiendo su capacidad para unir a las personas, y su futuro depende de la voluntad política.
Las reformas propuestas buscan hacer que la organización sea más ágil, efectiva y centrada en sus prioridades principales: paz y seguridad, desarrollo y derechos humanos.
Sin embargo, la resistencia de instituciones de la época de la Guerra Fría y los intereses de las grandes potencias amenazan estos esfuerzos.
La nueva dirección de la ONU en los próximos años debe abordar sus debilidades internas y redefinir su papel para recuperar autoridad y credibilidad.
Históricamente, la ONU enfrenta el riesgo de volverse irrelevante, al igual que la Liga de Naciones, que no pudo evitar la Segunda Guerra Mundial.
Los desafíos actuales requieren cambios radicales, y el destino de esta organización depende de la voluntad colectiva de sus Estados miembros.