Diplomacia frente a los bombardeos: el camino hacia la estabilidad duradera en el programa nuclear de Irán

Estados Unidos se encuentra ante una decisión crucial en su estrategia para abordar el tema nuclear iraní, una elección que determinará la estabilidad regional y la seguridad mundial en los próximos años. Los esfuerzos combinados de las fuerzas estadounidenses e israelíes han contribuido significativamente a retrasar el avance del programa nuclear de Irán, pero estos logros por sí solos no garantizan una solución definitiva. Sin un acuerdo oficial que establezca restricciones a largo plazo y un control riguroso, la amenaza nuclear iraní podría reactivarse o incluso intensificarse. Actualmente, en Washington se llevan a cabo intensos debates sobre el nivel de daño causado a las instalaciones nucleares iraníes y la viabilidad de una recuperación rápida. Los expertos advierten que determinar con precisión el alcance del daño, evitar que se establezcan nuevas instalaciones o centros de enriquecimiento ocultos, y localizar todas las reservas de uranio enriquecido, requerirá meses, no días. También existe la preocupación de que el régimen iraní pueda combinar las capacidades remanentes con avances tecnológicos para desarrollar rápidamente armas nucleares primitivas. La situación se complica aún más por el posible ocultamiento o dispersión de materiales nucleares y por la reducción de la transparencia en las instalaciones iraníes. Las agencias de inteligencia de EE. UU. e Israel creen que, incluso si las capacidades nucleares de Irán son significativamente dañadas, el régimen podría intentar reconstruir o mejorar rápidamente sus programas. Sin embargo, los ataques militares —aéreos y con misiles— solo ofrecen una solución temporal y no garantizan la destrucción total de las capacidades nucleares de Irán. Estas acciones son costosas, riesgosas y podrían generar aún más inestabilidad en la región, especialmente si Irán continúa restaurando sus capacidades defensivas. La estrategia ya ha mostrado sus límites, como lo evidencian los ataques letales de Hamás el 7 de octubre, que revelaron vulnerabilidades. En el ámbito diplomático, el entusiasmo de EE. UU. parece estar decayendo. El presidente Biden ha expresado recientemente dudas sobre las posibilidades de alcanzar nuevos acuerdos, mostrando frustración por la falta de cooperación iraní. Mientras tanto, en Teherán, la comunicación con la Agencia Internacional de Energía Atómica se ha interrumpido, dificultando la verificación de la situación. Incluso si los líderes moderados iraníes prefieren la diplomacia, llegar a un acuerdo aceptable para ambas partes requerirá paciencia y voluntad política—cualidades que actualmente escasean en la administración. Los expertos argumentan que un acuerdo duradero debe incluir verificaciones más estrictas, limitar las actividades de enriquecimiento fuera de Irán bajo supervisión estadounidense y destruir las reservas de uranio y centrifugadoras existentes. Para fortalecer su posición negociadora, la Casa Blanca puede adoptar medidas como clarificar su rechazo al cambio de régimen y reducir la presencia militar en la región. También puede proponer un plan escalonado para levantar sanciones y obtener apoyo público de Israel, que ha prometido no interferir en las negociaciones. Mantener relaciones cercanas con diputados republicanos ayudará a asegurar un tratado ratificado que garantice a Irán la estabilidad del acuerdo. En última instancia, solo la diplomacia puede ofrecer una solución sostenible a la problemática nuclear iraní. A través del diálogo y la confianza mutua, Estados Unidos y sus aliados pueden trabajar hacia un futuro en el que la paz regional y la seguridad global se mantengan, evitando una escalada de conflictos y proliferación nuclear.