Los científicos descubren nuevas fronteras en la investigación cerebral infantil: los bebés son capaces de aprender y adaptarse mucho antes de lo que se creía

Los últimos estudios científicos en los campos de la psicología infantil y la neurociencia han revelado datos revolucionarios sobre las capacidades de aprendizaje de los bebés, desafiando las ideas previas que consideraban que estas habilidades se desarrollaban más tarde en la infancia. En el centro de estas investigaciones se encuentra el neurocientífico Francesco Poli, de la Universidad de Cambridge, quien utilizó métodos innovadores para analizar las reacciones de los infantes ante estímulos externos. El experimento, que involucró a 38 pequeños con una edad promedio de aproximadamente 7,7 meses, demostró que a los ocho meses, los bebés son capaces de analizar rápidamente la información y modificar sus estrategias de interacción en función de las señales del entorno. Para ello, los científicos emplearon un método visual atractivo: mostraron personajes animados en una pantalla, aparecían y desaparecían de forma predecible o impredecible. Durante la observación, se monitorizaron los movimientos oculares y las respuestas pupilares, detectando que las pupilas se contraían cuando la aparición de los personajes seguía un patrón previsible, y se dilataban ante cambios bruscos en su comportamiento. Estos hallazgos indican que el cerebro de los infantes no solo recibe información, sino que la procesa activamente para adaptar sus respuestas a la volatilidad del mundo exterior. La importancia de estos descubrimientos radica en que revelan que el cerebro infantil en esta etapa, lejos de ser un mero receptor pasivo de estímulos, ya realiza inferencias y aprende desde edades tempranas, lo cual abre nuevas posibilidades para la creación de programas de intervención temprana. Además, según Poli, el estudio de estos procesos puede ser clave para comprender cómo prevenir futuros trastornos mentales como ansiedad o depresión, al detectar las formas en que los cerebros jóvenes se ajustan a las constantes variaciones del entorno. La implementación de técnicas que evalúen estas respuestas en edades tan tempranas puede revolucionar la forma en que abordamos la salud mental en la infancia. La tendencia de personalizar la educación y la crianza en función del conocimiento del funcionamiento cerebral infantil también está consolidándose en Ucrania, donde la inclusión se presenta como un modelo más humano y eficaz frente a prácticas pasadas, que segregaban a niños con necesidades especiales o los etiquetaban de manera negativa. La comprensión profunda de cómo opera el cerebro en diferentes etapas del desarrollo se convierte en un pilar para diseñar metodologías educativas que fomenten el potencial completo de cada niño, sin importar sus particularidades.