Budapest se convirtió en escenario de protestas masivas en el día de la marcha prohibida en apoyo a los derechos LGBTQ+

Chas Pravdy - 29 junio 2025 02:24

El sábado, la capital de Hungría, Budapest, se convirtió en el epicentro de una de las mayores protestas de los últimos años, que surgió de una marcha recientemente autorizada en apoyo a los derechos LGBTQ+ y se transformó en una manifestación masiva contra el gobierno. Miles de húngaros salieron a las calles del centro de la ciudad para expresar su desacuerdo con las políticas del gobierno de Viktor Orbán, que durante años ha intensificado las restricciones a los derechos de la comunidad LGBTQ+ y ha promovido posiciones ideológicas conservadoras. Según informes de Reuters, decenas de miles de personas participaron en la protesta, formando un flujo denso que recorría desde una plaza cercana al ayuntamiento de la ciudad hasta uno de los puentes principales que cruzan el río Danubio. Los participantes de la Marcha por los derechos LGBTQ+ llevaron símbolos coloridos vibrantes — banderas arcoíris, prendas en tonos diversos, pancartas con eslóganes sarcásticos y críticos hacia el jefe del gobierno. En una de las pancartas se leía: «Nadie es libre hasta que todos sean libres». Esta acción se convirtió prácticamente en un símbolo de resistencia y protesta contra el aumento de la censura y las restricciones de derechos a los ciudadanos LGBTQ+ que se vienen aplicando en el país desde hace años. Cabe señalar que el gobierno de Orbán ha intentado durante mucho tiempo limitar la actividad del movimiento LGBTQ+, aprobando leyes que dificultan la realización de marchas del Orgullo y prohiben la cobertura mediática y la enseñanza sobre la sexualidad de las minorías en los medios y en centros educativos. En marzo de este año, el parlamento aprobó una ley que permite prohibir la organización de desfiles y marchas gay bajo el pretexto de «proteger a los niños y prevenir el desarrollo de su sexualidad». La oposición y políticos occidentales condenaron este paso, viéndolo como un intento de intensificar la censura y debilitar las libertades democráticas en vísperas de las elecciones parlamentarias planeadas para el próximo año. En medio de estos hechos, en Budapest se auguraba que extremistas radicales intentarían sabotear la marcha pacífica, pero la policía arrestó rápidamente a algunos de ellos y modificó la ruta de la marcha para prevenir la violencia y enfrentamientos entre los participantes y grupos radicales. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que ha gobernado el país durante mucho tiempo, se presenta como defensor de los valores familiares tradicionales y de la ideología conservadora. En ese sentido, subraya que la protección de los niños tiene prioridad sobre cualquier otro derecho. El día de la protesta, Orbán publicó en sus redes sociales fotos con sus nietos, acompañando la publicación con la frase: «De esto estoy orgulloso». Este mensaje el político lo utiliza frecuentemente en contraste con el ánimo «gris» de la sociedad respecto a los derechos de las minorías. A la protesta acudieron delegados de 30 países, entre ellos 70 representantes del Parlamento Europeo. Varias embajadas extranjeras manifestaron su apoyo a la marcha, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instó al gobierno húngaro a permitir la marcha y garantizar su realización segura. El alcalde de Budapest, Gergely Karácsony, intentó sortear la ley organizando el evento como una actividad municipal que, según él, no requiere permiso adicional. Sin embargo, la policía rechazó esa iniciativa, afirmando que la marcha está sujeta a la ley de protección infantil y prohibió su celebración. Los reporteros políticos señalan que, ante esta prohibición, junto con el clima político en el país, aumentó también el riesgo de protestas activas. El ministro de Justicia, Bence Tuzson, advirtió en una carta a las representaciones extranjeras que la organización de un evento prohibido puede ser castigada con hasta un año de prisión, y la participación en el mismo con multas administrativas. La ley faculta a las fuerzas de seguridad a utilizar cámaras de videovigilancia y reconocimiento facial para identificar a los participantes. Tras los primeros ataques y restricciones, la opinión pública empezó a cambiar. Aunque en el corto plazo la popularidad de Orbán aumentó por sus medidas duras, posteriormente la sociedad comenzó a expresar malestar por la guerra jurídica y política en torno a los derechos LGBTQ+. La fuga de apoyo de parte de la población facilitó cambios en el equilibrio político: el candidato de centro, Péter Mányar, del partido Tisza, ha ganado popularidad y en recientes encuestas superó a Fidesz con una ventaja del 15%. En respuesta, el gobierno intensificó su discurso en torno a la moral y los valores tradicionales, buscando fortalecer su posición de cara a las próximas elecciones. En relación con los derechos LGBTQ+ y la situación de las marchas en el país, la reacción oficial sigue siendo ambigua: varias embajadas y fuerzas políticas expresan su apoyo al derecho ciudadano a la libertad de reunión y expresión. Independientemente de las ideologías políticas, este evento marcó un nuevo capítulo en la tensión política y social en Hungría, que continúa siendo foco de atención de la comunidad internacional.

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