Según un artículo del diario estadounidense The New York Times, a finales de la semana pasada tuvo lugar una importante y bastante tensa reunión entre el enviado especial del presidente de EE
UU., Kitt Kellogg, y el autoproclamado presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko. El principal objetivo de esta conversación fue establecer un diálogo para buscar una posible vía hacia la paz en el conflicto armado que lleva varios meses en curso entre Ucrania y Rusia. De acuerdo con la portavoz de Lukashenko, Natalya Eismont, las negociaciones duraron más de seis horas y media, desde el viernes por la tarde hasta la noche del sábado. Los participantes discutieron una amplia gama de temas, incluyendo medidas para levantar o aliviar las sanciones internacionales existentes contra Bielorrusia, así como problemas relacionados directamente con Ucrania, Oriente Medio y las relaciones de Minsk con actores clave en el escenario mundial, como Rusia y China. NYT destaca que esta visita fue especialmente significativa, ya que en Minsk estuvieron presentes no solo Kitt Kellogg, sino también Christopher Smith, subjefe de la oficina del secretario de Estado de EE. UU., quien ya visitó Bielorrusia a finales de febrero de este año. En ese momento, se pretendía llegar a un acuerdo de gran escala mediante el cual Lukashenko podría obtener concesiones en forma de liberación de presos políticos, una condición que habría ayudado a aliviar parte de la presión internacional y a fortalecer la posición de Bielorrusia en el escenario global. Es alentador señalar que, al cierre de la semana, se realizó la primera liberación progresiva de 14 presos, incluidos tres ciudadanos estadounidenses. Esto representa un paso importante en el proceso de aflojamiento de las tensiones que han persistido en el país durante mucho tiempo. La información de negociaciones anteriores confirma que Lukashenko ha buscado en múltiples ocasiones transmitir a Moscú lealtad y apoyo a los intereses rusos. Por ejemplo, en 2020, cuando estaban en marcha esfuerzos intensivos de Occidente por debilitar la cooperación estratégica entre Minsk y Moscú, el entonces secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, intentó reducir la influencia conjunta bielorruso-rusa. Sin embargo, esas medidas fracasaron cuando Lukashenko proclamó su “victoria” en las elecciones, lo que provocó protestas masivas y críticas internacionales. Hoy en día, los analistas sostienen que los objetivos de Kellogg no están tanto en distanciar a Bielorrusia de Kremlin, sino en evaluar el posible papel de Minsk en la búsqueda de paz entre Ucrania y Rusia. Durante la reunión, en un ambiente de tensión mutua, Kellogg resaltó que “vivimos en tiempos muy peligrosos, donde las crisis a las que nos enfrentamos pueden agravarse rápidamente si no actuamos con sabiduría y justicia”. En respuesta, Lukashenko aseguró que se mantendría un alto el fuego y se evitaría una escalada — con la intención de que “no haya nuevas escaladas y en torno a Bielorrusia tampoco”. Además, en su papel de político y no solo de interlocutor, realizó esfuerzos adicionales para convencer a Moscú de su lealtad a Rusia. En ese mismo día, Lukashenko fue recibido por el principal asesor ruso, Aleksandr Bastrikin, un aliado cercano de Vladimir Putin, quien en ese viernes saludó a Lukashenko en Minsk y enfatizó que “en estos tiempos difíciles permanecemos al lado de ustedes”. El día de la reunión clave, el gobierno de Lukashenko también dio un gesto de buena voluntad — aparentemente para mejorar su imagen internacional — y liberó a 14 activistas políticos, entre ellos el reconocido opositor Syarhey Tsikhanouski, que había estado en prisión desde hacía mucho tiempo. En general, este diálogo sigue siendo en cierta medida clandestino y difícil de interpretar, pero ya hoy es evidente que Minsk y Washington intentan encontrar un terreno común en su voluntad de evitar una mayor escalada del conflicto en Ucrania y reducir la tensión en la región. El hecho de que Lukashenko aún trate de demostrar su lealtad a Rusia, junto con los esfuerzos de EE. UU. por involucrarlo en la búsqueda de una solución pacífica, indica una posible nueva etapa en las negociaciones diplomáticas, ya que en las condiciones actuales, la estabilidad y la paz en Europa del Este siguen enfrentando numerosos desafíos y riesgos.
