En EE
UU. cancelaron el grupo de trabajo encargado de desarrollar estrategias de presión contra Rusia: qué hay detrás de esta decisión y cuáles son sus consecuencias La administración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, realizó recientemente un paso inesperado: se cerró un grupo de trabajo interinstitucional creado con el objetivo de desarrollar estrategias efectivas de presión contra la Federación Rusa. Esto representó un desarrollo imprevisible, considerando que esta estructura debía trabajar en propuestas que pudieran acelerar la resolución del conflicto en Ucrania y fortalecer la posición de EE. UU. en cuestiones de seguridad internacional. Según la información divulgada por fuentes de círculos gubernamentales estadounidenses y reflejada en artículos de la agencia Reuters, la decisión de disolver este grupo fue el resultado de procesos internos y del cambio en la postura de uno de los centros políticos más influyentes de Washington respecto a los acontecimientos en torno a Ucrania y Rusia. Tres funcionarios estadounidenses anónimos confirmaron que la estructura fue formada a finales de la primavera de este año, pero ya en mayo mostró signos de desmotivación y prácticamente dejó de funcionar. La causa de esta situación fue un cambio en la postura de Trump respecto a la política de EE. UU. hacia Rusia. Los interlocutores explican que el presidente se fue desilusionando cada vez más con los resultados de sus esfuerzos y comprendió que continuar apoyando medidas duras contra el Kremlin parecía poco conveniente. Incluso en la primavera, antes de que finalizara el período de actividad del grupo de trabajo, comenzaron a escucharse declaraciones sobre la posible renuncia de EE. UU. a desempeñar un papel mediador en la resolución del conflicto ucraniano. Esto indicaba que la idea de una diplomacia activa internacional con la participación de Washington empezaba a perder relevancia para la administración de Trump. Según las fuentes, el golpe final a esta iniciativa fue una amplia “limpieza” llevada a cabo por el equipo de la Casa Blanca hace tres semanas. En ese momento, la mayor parte de los participantes en el consejo de seguridad —incluidos aquellos involucrados en la formulación de la política respecto a Ucrania— fueron despedidos en el marco de una reestructuración y renovación de personal. Como resultado, se cerró también el grupo de trabajo coordinado por altos cargos de la Junta de Seguridad Nacional. Aunque esa oficina era la responsable de su creación y dirección, su composición incluía representantes de instituciones como el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Finanzas, el Pentágono y los servicios de inteligencia. Entre los participantes estaba también el principal asesor del Consejo en asuntos de Europa y Rusia, Andrew Pick, quien también fue removido en mayo. No obstante, las fuentes aseguran que la decisión final de cerrar el grupo se tomó aún antes, aproximadamente hace tres semanas, y no depende directamente de los últimos procesos de “limpieza” de personal. Incluso es posible que Trump pueda volver en cualquier momento a la idea de adoptar una política más dura respecto a Moscú. La estructura del grupo, en realidad, fue concebida como una herramienta para preparar diversas opciones y estrategias de acción, pero la decisión final sobre su implementación sigue siendo un asunto de la voluntad personal del presidente. Cabe destacar que la creación de este grupo ocurrió en un contexto en el que, entre marzo y abril, la administración Trump empezó a revisar su política hacia Rusia. En ese período, ciertos consejeros y analistas veteranos expresaron dudas sobre la disposición del Kremlin a hacer concesiones, y la retórica de Trump empezó a variar hacia una postura menos amigable con Vladímir Putin. El objetivo principal de esta working group era discutir formas de limitar las entregas de productos energéticos, materiales y otros bienes de Rusia hacia y desde ese país, así como posibles factores que pudieran intensificar la presión económica y política. En cuanto al nivel de comprensión personal de Trump respecto a los objetivos y funciones creadas por esta estructura, la cuestión sigue siendo abierta. Los representantes oficiales evitaron comentar detalles de las propuestas en desarrollo debido a su carácter sorpresivo y sensible. Sin embargo, confirmaron que, en el momento del cierre, el grupo aún no había finalizado su trabajo y se encontraba en una etapa de “tormenta de ideas”, previa a la toma de decisiones estratégicas concretas. No se descarta que esta iniciativa no estuviera directamente relacionada con la política de sanciones, que en EE. UU. se aprueba por separado y de manera independiente de las disputas internas. Cabe señalar que posteriormente, el 16 de junio, Trump hizo una declaración bastante resonante que aún deja muchas preguntas respecto a su postura hacia Rusia. Admitió que la exclusión de Rusia del G8 en 2014 fue un “gran error”, y que si Rusia hubiera permanecido en ese formato, probablemente la guerra en Ucrania no habría ocurrido. Al mismo tiempo, el líder estadounidense indicó que actualmente es poco probable reincorporar a Rusia a este grupo debido a que ha pasado demasiado tiempo desde su aislamiento. Estas palabras reforzaron la idea de que la voluntad política de endurecer la presión sobre Moscú, a pesar de todos los anuncios y propuestas ruidosas, sigue siendo muy incierta. Además, hay que tener en cuenta que en ese momento Trump abandonó de manera anticipada la cumbre del G7, donde tenía previsto reunirse con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, alegando “razones comprensibles”. Muchas interpretaron esa acción como una señal de desinterés en participar activamente en procesos diplomáticos internacionales contrarios a Rusia. En conclusión, la cancelación del grupo de trabajo es un indicador clave de los cambios en la política de la Casa Blanca respecto a Rusia y Ucrania. Esto evidencia que la administración de Trump, en este momento, no tiene la intención de promover activamente medidas duras contra Moscú, sino que apuesta por un enfoque más cauteloso o incluso por abandonar las estrategias de presión que antes se consideraban fundamentales en la profundización del conflicto entre Ucrania y Rusia. La respuesta a esta cuestión seguirá abierta, y las decisiones políticas futuras dependerán de las condiciones internas, así como de las prioridades personales dentro del equipo presidencial.