Arabia Saudita ha llevado a cabo otra acción trágica y controvertida en materia de libertad de expresión y derechos humanos, ejecutando oficialmente al conocido periodista Turki al-Jasser

Esta noticia fue un shock para la comunidad internacional y especialmente para las organizaciones de derechos humanos que llevan muchos años monitoreando la situación en el reino. El Ministerio del Interior del país confirmó la ejecución, que fue el resultado de una condena a siete años de prisión, la cual estuvo acompañada de múltiples violaciones de derechos humanos y, en efecto, de una grave injusticia jurídica. Turki al-Jasser, autor y columnista, fue una de las voces principales en Arabia Saudita que abordó valientemente temas sensibles que provocaban la ira del gobierno. Entre ellos estaban los derechos de las mujeres, la crisis política durante la Primavera Árabe, la profunda lucha contra la corrupción en los altos niveles del poder, así como la crítica al régimen vigente, incluido el cortejo real. Su actividad periodística fue interrumpida en 2018, cuando fue arrestado y posteriormente sometido a torturas severas, perdiendo el acceso a abogados y familiares. Según informes de defensores de derechos humanos, en prisión sufrió torturas físicas y psicológicas en múltiples ocasiones. La principal sospecha que impulsó su arresto fue su actividad en internet: supuestamente, al-Jasser había estado involucrado en la gestión de una conocida cuenta en la red social X (antiguamente Twitter), que publicaba denuncias sobre la corrupción en la familia real y otras estructuras de poder. Los servicios secretos saudíes vigilaban la actividad del periodista, en particular sus acciones en línea, incluyendo su coordinación con actores extranjeros e internacionales. Una preocupación especial era su posible implicación en la divulgación y difusión de información sobre el asesinato del columnista del periódico vienés Jamal Khashoggi en octubre de 2018 — un caso criminal que conmocionó a la comunidad mundial y evidenció los métodos brutales del régimen saudí. La organización internacional de derechos humanos, Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), expresó su profunda preocupación y condenó esta acción. El director ejecutivo de la organización, Carlos Martínez de la Serna, afirmó: «La ejecución de al-Jasser no solo representa un trágico final para una vida humana, sino que es también una señal de las violaciones sistemáticas y la falta de responsabilidad por los derechos de los periodistas en Arabia Saudita. La impunidad en el caso de Khashoggi en 2018 abrió un camino sin precedentes hacia la persecución de otras voces independientes en el país. Además, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de garantizar justicia y prevenir que tales tragedias se repitan». Martínez de la Serna subrayó que la impunidad y la indiferencia hacia la justicia solo aumentan el miedo entre periodistas y activistas independientes que luchan por la libertad de expresión. La historia previa de esta tragedia tiene raíces profundas. Según organizaciones de derechos humanos, en 2024 en Arabia Saudita fueron ejecutadas 330 personas — casi el doble que en el año anterior, lo que constituye la cifra más alta en décadas recientes. La tendencia al incremento en la aplicación de la pena de muerte genera preocupación y condena en círculos internacionales. Ya en 2025, en el país se llevaron a cabo más de cien ejecuciones, lo que demuestra una tendencia de endurecimiento en las represiones y en las medidas de intimidación. Asimismo, las evidencias manejadas por los servicios de inteligencia estadounidenses indican claramente que los altos mandos de Arabia Saudita, incluido el actual príncipe heredero Muhammad bin Salman, autorizaron personalmente el asesinato de Jamal Khashoggi en 2018. Esta información fue revelada en un informe desclasificado de los servicios secretos estadounidenses y constituye una prueba adicional de que los altos funcionarios del país no temen violar el derecho internacional y los derechos humanos. El asesinato del periodista, uno de los más sonados en la historia moderna, ha sido durante mucho tiempo objeto de investigaciones y análisis internacionales, y hasta hoy sigue siendo parte importante del clima político en Oriente Medio. Para concluir, se puede afirmar que, en un momento en que el mundo continúa luchando por la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos, la situación en Arabia Saudita genera muchas preguntas y una profunda inquietud. La ejecución de Turki al-Jasser es una prueba más de que el gobierno del país ignora las normas y valores internacionales, y que los mecanismos represivos siguen siendo utilizados para silenciar cualquier crítica. La comunidad mundial debe una vez más enfrentar el reto de garantizar la justicia y dejar de ignorar las violaciones de derechos humanos en esta región.