Los parlamentarios europeos llaman a Bruselas a tomar acciones radicales respecto a la financiación de Hungría

La protección de la democracia y el cumplimiento de los valores de la Unión Europea son cuestiones clave que suscitan un interés cada vez mayor en la política europea. En medio de la creciente tensión con Budapest, un grupo de diputados al Parlamento Europeo (PE) ha dirigido a la dirección de la Comisión Europea un llamamiento junto con el gobierno para que se congelen completamente todos los flujos financieros destinados a Hungría. Argumentan que el país, dirigido por el premier nacionalista Viktor Orbán, no solo no muestra intención de volver progresivamente a los estándares democráticos, sino que «se observa un regresivo preocupante adicional», que socava los fundamentos de los valores europeos y la integridad de la política común. La declaración, firmada por 26 diputados del PE, surge en un contexto de acumulación de evidencias y controversias que reavivan el conflicto entre Hungría y Bruselas. Haciendo referencia a decisiones legislativas recientes, en el texto se menciona una ley que prohíbe los desfiles LGBTQ+ en Budapest, así como reformas que, según los parlamentarios europeos, presionan la independencia de los tribunales y agravan la situación para las fuerzas de oposición y los activistas sociales. En la documentación se subraya que las llamadas «reformas» bloquean uno tras otro el progreso en la protección de los derechos humanos y la democracia, fortaleciendo en cambio tendencias autoritarias. «Continuar financiando un régimen que actúa abiertamente en contra de los valores europeos es inaceptable. Consideramos necesario aplicar inmediatamente todos los recursos legales para detener cualquier financiación a Hungría, con el fin de detener la progresiva degradación de la democracia y el Estado de derecho en ese país», afirma la declaración de los diputados. La iniciativa cuenta con el respaldo de representantes de diferentes grupos políticos del PE, además del grupo de los Verdes. La han suscrito miembros del Partido Popular Europeo (PPE), de la alianza centrista Renew Europe y del grupo socialdemócrata, evidenciando el amplio apoyo político a la idea de tomar medidas «más duras» respecto a Hungría, que ya lleva tiempo siendo objeto de críticas por parte de las instituciones europeas debido a múltiples violaciones del estado de derecho y de los principios democráticos. Como antecedentes de estos sucesos, un fenómeno significativo fue la firma, el 20 de mayo, por parte de más de 80 editores de medios de comunicación europeos destacados, de una petición que pide cancelar las nuevas iniciativas legislativas del gobierno Orbán. Estas últimas, a su vez, están dirigidas a limitar la libertad de expresión y a restringir las actividades de ONG y medios de comunicación, que, según su explicación, son instrumentos de la «propaganda ucraniana». El gobierno húngaro también no oculta la relación de sus acciones con la situación en Ucrania, justificándolas como una respuesta a las «ataques de información externos» y defendiendo la protección de los «intereses nacionales» frente a amenazas externas que perciben. Estos procesos generan particular tensión en la situación política interna del país. En menos de un año antes de las próximas elecciones parlamentarias, la dirección de Fidesz, liderada por Orbán, realiza una campaña activa en el estilo de «reafirmación» de la identidad nacional, al mismo tiempo que mantiene control sobre el sistema judicial y los medios. Esto suscita preocupación no solo en los círculos opositores, sino también entre numerosos observadores europeos, pues acciones similares continuamente socavan la confianza en la democracia en la región centroeuropea. Mientras tanto, en Bruselas se libra una intensa lucha política por el futuro de la financiación y la cooperación con Hungría. Aprovechando uno de los puntos de mayor controversia —el respeto por el estado de derecho—, los parlamentarios europeos han realizado un nuevo intento de proteger los valores de la UE y han solicitado restablecer un control estricto sobre el uso de las inversiones europeas. En este contexto, en la sociedad vuelve a ganar fuerza el discurso sobre la necesidad de buscar justicia y de detener lo que llaman «la amenaza del autoritarismo», que cada vez más conquista a unos países europeos líderes. Aún están en discusión las posibles consecuencias para Hungría en caso de un congelamiento total de la financiación y cómo esto afectará la política interna del país. Sin embargo, el conflicto abierto entre Budapest y Bruselas, agravado por sus problemas internos crecientes, está provocando un renovado debate sobre el futuro de la Unión Europea, cuyo eje central es la unidad y la supremacía de los valores y los derechos humanos.